sábado, 21 de abril de 2018

He sentido que pronto moriré.

Por @ayddh


He sentido que pronto moriré.

He sentido que pronto moriré.

Mis manos se han enfriado, el temor se ha ido detrás de una noche estrellada en el techo.
Los perros le han ladrado a los muertos que bailan sobre la luna, en un rito por mi partida al más allá.

Aquí no hay un réquiem para mí, solo el crujir de mis huesos, esos huesos que ni los perros quisieron por asco a la repugnante vida que tanto amé.

He sentido que pronto moriré, no siento más que la ansiedad por el momento, el sabor de promesas que nunca pude cumplir porque realmente no deseaba hacerlo.

La dulzura de la soledad me abraza, hay tantas cosas aún por ignorar.
He sentido que pronto moriré, un presentimiento paraliza mi cuerpo y un acongojado corazón sacude mi ser, moviéndome el piso, acercándome al cielo, un cielo en donde no me quedaré.

Mi conciencia ha muerto antes que yo y ha reencarnado tantas veces que seguramente mañana volverá para volver a morir conmigo un poco más.

He sentido que pronto moriré, las sombras asechan la luz que alumbraba mi sendero y le daban sombra a mis sueños después de tantos abriles quebrados en un día veintidós.

He presentido que pronto moriré y quizá no encuentro el final del túnel porque ya estoy del otro lado....


Ayded HDíaz.

domingo, 15 de abril de 2018

Soltar

Por @La_Chia_



Extraño tu calor, tus palabras, las manías y discusiones. Quisiera conocerte y saber qué te hace ser lo que hoy demuestras, tomar tu mano y no soltarte.

Déjame conocerte, tocarte y sentirte, prometo no idealizarte más, sólo permíteme estar. A todas las ausencias me he acostumbrado menos a la tuya.

"Abandonar no es fácil, soltar es necesario", ahora entiendo a qué te referías. Sólo quiero conocerte, no juzgarte... Déjame conocerte. 



viernes, 13 de abril de 2018

Ensayo y error

Por @josoclasputnik

La mayoría de las veces me quedo pensando en la dificultad que tenemos los seres humanos para comunicarnos. Me quedo pensado en mí y en esta "discapacidad". De niña, a cierta edad, yo dejé de comunicarme. Comencé a escribir. Siempre escribí: cartas, cuentos, notas. Muchas veces mis profesores de la primaria me reprendían por lo que escribía, por tanto, la discapacidad aumentó. Sin embargo, comprendí que la palabra tenía poder, incluso sin saber usarla del todo. 

Me acuerdo de mi cuaderno donde reescribía canciones, hacía cuentitos para mí o me escribía que era mala para todo. 

Llenaba cuadernos. Enviaba cartas que no tenían respuestas, textitos que jamás serían publicados, reproches cuya respuesta era la mía y sólo para reforzarlos. 

A veces pienso que nuestro sino está marcado de modo tal que, directa o indirectamente, hacemos algo que nos lleva adonde pertenecemos. No sé si escribir sea mi destino. Muchas veces me he soñado haciendo varias de las cosas que quiero, pero fuera del mundo onírico, a mí lo que me pasa es que tengo miedo. Infundado o no, pero miedo al final. 

Con los años aprendí a escribir para mí misma, total, soy mi peor juez y parte. Hay ocaciones en las que gusta a otros, pero nunca a mí. Escribir es desprenderte de una parte de ti, yo dejé mucho de mí en esas libretas de la infancia, en lo que guardo en las notas del móvil y lo que nunca he escrito o temo hacer. 
Ensayo y error, escribir y borrar. 

Pienso en las caras de quienes me leen mientras lo hacen. Intento imaginar la mía cuando encuentro un error después de haber escrito algo, incluso en el momento de querer borrar todo, después de ensayar y fallar, de nunca lograr. 

Escribir, leer(te), borrar... esos ejercicios difíciles, esos ejercicios donde, de un modo u otro, dejas algo tuyo. 



lunes, 9 de abril de 2018

Crónica de un diágnostico no esperado

Por @mecagantodosbye

Tenía meses con el mismo problema, mi madre preocupada y después de 2 meses sin que se resolviera ese pequeño problema me sacó una cita con una doctora. Siempre me han dado pavor los hospitales e ir a consultar me ponía de nervios, pero estaba consciente de que lo necesitaba. Aunque mi problema se solucionó exactamente ese día aún tenía que ir a la consulta pues ya estaba hecha la cita y de todas maneras mi mamá se sentiría más tranquila.
Salí temprano del trabajo y en el trayecto en el metro me convencía a mí misma de que todo iba a estar bien, llevaba mi mochila de Hello Kitty porque tenía clase en la facultad esa tarde, vestía una chaqueta blanca y un pantalón de mezclilla, al llegar al hospital me senté en la sala de espera y me tomé una serie de chistosas selfies para tratar de aliviar la tensión mientras esperaba. 

Estuve menos de 7 minutos esperando y sin embargo me pareció una eternidad, llegó mi mamá y por fin pasamos al consultorio. Mientras me preparaban para tomarme el ultrasonido mi madre salió un momento y sin embargo regresó justo a tiempo para el diagnóstico. Cuando escuché lo que padecía no me alarmé al principio ya que no sonaba que fuera algo grave, no fue hasta que vi la cara de mi mamá y la manera en que la doctora la miraba cuando caí en la cuenta de que no era tan inofensivo como yo pensaba.

Escuchaba a la doctora mientras aún tenía mi vientre descubierto y el pantalón desabrochado, y cada vez sonaba más a cuento de terror, de repente ya todo me daba vueltas y ya no estaba escuchando nada en absoluto porque ya había escuchado lo que tenía que escuchar. En ese momento los vi alejarse a todos y cada uno de mis sueños, veía como se me iba de las manos la vida que tanto anhelaba y que sin embargo tanto me costaba admitir que quería.

Empezaron las preguntas de mi historial clínico y el de mis familiares cercanos, dejé a mi madre responder todo por mí como si fuera una niña, no pude responder ni siquiera mi edad, no quería llorar enfrente de mamá pero tampoco me salían las palabras y si abría la boca sentía que iba a estallar en llanto, escuché a la doctora enumerar los síntomas de la enfermedad que tenía y me daba cuenta de que la mayoría de síntomas los padecía y sin embargo los había pasado por alto.

Firmé una hoja y me dieron medicamento, salimos del consultorio y mi mamá me decía cosas que yo no comprendía, lo único que comprendía era que iba a tener que cambiar mi estilo de vida de un día a otro para no correr un riesgo más grave. Mi madre tenía que volver al trabajo y yo tenía que ir a casa de mi abuela a hacer tiempo mientras daba la hora de irme a la facultad.

Esa tarde tomé el transmetro y al bajarme y caminar recuerdo que venía escuchando “Un día en el parque” de Love of Lesbian, afortunadamente traía lentes de sol y mientras esa canción se reproducía me senté en la banca del enorme parque que me vio crecer y me derrumbé ahí mismo, prometiéndome a mí misma que no iba a dejar que mis padres me vieran llorar.

Y así fue como con tan solo 20 años me enfrentaba al pronóstico más triste y desolador mientras pretendía no verme afectada, y así fue como esa tarde de febrero me permití sentirme triste por un día y no asistir a esa clase que tenía, y así fue como esa noche decidí sacar toda imagen religiosa de mi recámara por estar enojada con todo a lo que le tenía fe.
Así es cuando recibes un diagnóstico no esperado.

sábado, 7 de abril de 2018

Por @PunkSentimental


Se detienen mis ojos en las cicatrices de tu rostro
Cuánto dolor se guarda el cuerpo en lo que calla
Tú te recuestas a mi lado
respiras de mi aire y
mis manos en un sueño ya te habían tocado.
Habría que quemar algo, me lo dice tu silencio
No será necesario
tanto frío no sobrevive si nos miramos.

jueves, 5 de abril de 2018

Huesos heridos


Por @Annberbiz 


De noche reconocí al guerrero

Era una sombra húmeda y callada

-Escucha y respira...-

Perfumado de cítricos agudos,

Como un viejo espejo  

Costras duras descubría su alma.

De pasos a besos, de sal a sueños.

Llevaba vestigios inmorales en la mirada;  

Su pecho de fuego, olor a maduro

El silencio incómodo aparecía 

-Sería delicioso probarte en muerte-

De sustancia imperfecta, la cal aventada

Lluvia caída en lo sintético del personaje

No podía hablar, palpaba su yo

Tan pálido y desbordante.

Examinaré mis desvelos

De tus huesos heridos

No quiero más desgracias. 

martes, 3 de abril de 2018

El que se caga pierde

Por @cumbiabich 
Fui a un restaurante de los más antiguos que hay en esta ciudad. 
Como era la hora pico estaba lleno. La mayoría era gente mayor, como suele ser en lugares de sexta, séptima y octava generación.

Cuando estaba a la espera, alcancé a escuchar a un señor de 84 años(dijo que tenía esa edad) que decía que ese lugar había empezado con un tejabán.
Que cuando él estaba chico y su mamá lo llevaba no existían las hamburguesas que tanto piden hoy. Y también que cuando el lugar fue transformándose los meseros habían sido los que estuvieron poniendo el dinero para mejorarlo.


Que todo había cambiado, excepto el baño, que era una belleza, y que fue hecho por un diseñador muy chingón que había llegado de españa durante la segunda guerra mundial.

Pasamos a comer los que esperábamos y como me tocó una mesa hasta el fondo del lugar, que era como una especie de chorizo larguísimo, perdí lo que seguía platicando el anciano. 

Ordené un puchero tradicional del lugar y que era la comida del día. Observaba el lugar, lleno de cuadros con fotos en blanco y negro de gente que supuse, ya no vivía. Mientras mi celular se llenaba de mensajes de mi trabajo entré al navegador y puse el nombre del lugar: américo latino. 

La información era muy escasa pero apareció un site del lugar en WordPress. 
El blog estaba vacío, mas venía una leyenda donde decía que el restaurante databa de 1944 y aparecían fotos de las mismas que estaban en las paredes del lugar.

Quería comer a vuelta de rueda pero no dejaba de estar chingando mi jefe en el celular. 
Pedí la cuenta y el mesero me rechazó su propina porque era de mala suerte, así me dijo, y me pidió que por favor se la dejara en la caja junto con el pago de la cuenta. 

Pasé al baño antes de irme al jale y oh grata sorpresa. 
Encontré la dichosa belleza que tanto hablaba el don. Caminé en cámara lenta y en mi anonadez, topé con la taza que era placenteramente amplia.
Y la tapa y el asiento toda una mamada, eran de porcelana antiquísima en gran estado.

Minuciosamente vi que la estructura tenía unas curvas y líneas peculiares. La superficie del asiento tenía unos pequeñísimos y finos grabados de gran elaboración.

Al sentarme sentí una gran comodidad. Emocionado intenté sacar las medidas pero no había traído la cinta de medir.

Y también noté que su irregularidad no permitía determinar alguna base numérica.
Pensé en volver con un amigo físico matemático para que me ayudara. 

Cuando salí del restaurante me fui con la firme idea de volver.
Volver a comer pero sacarme la espina de dicho sanitario porque sólo oriné.
Me daban ganas de regresar este finde y sentarme ahí por más tiempo del debido, tuiteando, pensando en ti, equis.
Y lo mamalón del lugar era que abría las 24 horas. 

Pensaba que quien padeciese diarreas en ese lugar sería un ideal como complemento menor de angustia y sufrimiento.
Como un infierno pero del bonito. 

Después lo empecé a comparar con otros lugares.
Donde lo ordinario de la fabricación en serie de estas cosas realmente no fecundaban una comodidad real. 
Incómodos y malas veces martirizantes.

Absurdos y pequeños porque no sabes por ejemplo, si caerás de lado obligándote a una estabilidad de tu fuerza humana física junto al trabajo de la salida de tu cuerpo. 
Es decir, empujar la salida de tus desechos y hacer fuerza de equilibrio no es la mejor combinación que nos pueda pasar. 

Y es que a veces son tan pero tan pequeños, que no sabes cómo tanta gente sin ningún tipo de pedo puede pasar por ahí sin problema.

Otro ejemplo es el que tiene en su casa un camarada de un camarada mío en el que una vez que hubo una peda pensé que estaba en casa de la familia pitufa. 

El baño era tan pequeño que parecía retrete de emergencia de una pulquería del fin del mundo. 
De quita y pones.
Un mega rapidín. 

Bueno, pues esta madre tenía una esencia desechable o intercambiable y poseía movimientos sin control como si esta ciudad estuviera en una zona volcánica. 

Estando en la peda ya entrada la madrugada, me postré en el susodicho y pude como hice. 

Era una presión tan acelerada por hacer que no notaba los golpes de la puerta de los demás que ya no aguantaban aguardar su turno. 

Terminé, me paré y me di un putazo en la cabeza con el techo y salí estresado al tiempo que mi camarada me gritó:
—Jajja ¿Está de la verga, verdad?—
Y negando con su cabeza con mirada al piso haciendo un gesto desaprobativo sobaba su caguama.
Y agregó:
—A mí lo que me emputa es cómo sentarme.
En cambio si vieras a este wey(el dueño de la casa), es un pinche elástico. Pinche brujo hiperflexible. Nosotros de uno noventa y a este enano si lo vieras, al sentarse se encoge y se mete y se sienta un chingo de horas con la lap, no con el cel, con la lap, wey.
Caga lento.
¿Tú crees?
Y luego cuando ya acaba, sale normal, campante. Burlándose de nosotros el pendejo. 
¡A mí en menos de tres minutos se me acalambran las piernas!

Cuando estaba por amanecer y yo ya por irme. El ambiente de la fiesta lejos de calmarse subió y pusieron in flames a todo volumen.
Y al dueño de la casa lo tenían al centro rodeado con la conversación, lleno de cheves y con reclamaciones sobre la incomodidad.

Partí y al tomar la cerradura para salir de la casa escuché a alguien decir: —Y para agarrar papel es un pedo, cabrón. Yo ni de pedo lo tomo de donde lo pones. Con una mano sostengo mis webos y con la otra el papel y me agarro de la pared. El cel lo pongo en mis pies pero no alcanzo a ver las putas notificaciones..... 

continuará...

domingo, 1 de abril de 2018

Chichis Christ



Por La Lluviedad 
A veces, mientras me entretengo leyendo algún artículo aburrido sobre economía o inventos inaccesibles para la gente estilo yo, o escribiendo algún correo formal que se me dificulta por la seriedad y eficiencia que se supone debe tener, me humedezco los labios con la lengua y sin reparar, el tacto, el gusto, la saliva, me llevan hasta tus pechos.
Los dedos tratan de escribir algunas líneas insignificantes ya ante el recuerdo de la fuerza avasalladora que atrae a mi boca hacia ese par de flores de carne blanda, carne dura, que coronan tu pecho.
La lengua, anzuelo también blanduro y húmedo, se engancha en ellos mientras trata de descifrar el mensaje en Braille que la naturaleza bruja escribió en círculos, al fin esteta (no pun intended).
Se engancha y ahí va de nuevo la boca enterita, dientes primero, a engancharse también en esas maravillas de carne que ahí van, también, apenas sienten la lengua y los dientes, a buscar, hechas bola ya, la boca completa.
Pero la distancia, pero el tiempo, pero la ausencia. No estás y la lengua tiene que conformarse con lo que tiene en su casa: dientes, encías, paladar, más lengua, para pasear.
Y tus pezones tienen que conformarse con roces de tela suave, algún viento helado o quizá que la caricia de un chorrito de agua tibia te recorra un tramito de piel para endurecerse y acabar de perfeccionar tus pechos ya gloriosos.
La de pendejadas que escribo deseando que me desees como mi lengua a tus flores... o incluso que en realidad te desee así yo a ti.

Sueño ligero