martes, 3 de abril de 2018

El que se caga pierde

Por @cumbiabich 
Fui a un restaurante de los más antiguos que hay en esta ciudad. 
Como era la hora pico estaba lleno. La mayoría era gente mayor, como suele ser en lugares de sexta, séptima y octava generación.

Cuando estaba a la espera, alcancé a escuchar a un señor de 84 años(dijo que tenía esa edad) que decía que ese lugar había empezado con un tejabán.
Que cuando él estaba chico y su mamá lo llevaba no existían las hamburguesas que tanto piden hoy. Y también que cuando el lugar fue transformándose los meseros habían sido los que estuvieron poniendo el dinero para mejorarlo.


Que todo había cambiado, excepto el baño, que era una belleza, y que fue hecho por un diseñador muy chingón que había llegado de españa durante la segunda guerra mundial.

Pasamos a comer los que esperábamos y como me tocó una mesa hasta el fondo del lugar, que era como una especie de chorizo larguísimo, perdí lo que seguía platicando el anciano. 

Ordené un puchero tradicional del lugar y que era la comida del día. Observaba el lugar, lleno de cuadros con fotos en blanco y negro de gente que supuse, ya no vivía. Mientras mi celular se llenaba de mensajes de mi trabajo entré al navegador y puse el nombre del lugar: américo latino. 

La información era muy escasa pero apareció un site del lugar en WordPress. 
El blog estaba vacío, mas venía una leyenda donde decía que el restaurante databa de 1944 y aparecían fotos de las mismas que estaban en las paredes del lugar.

Quería comer a vuelta de rueda pero no dejaba de estar chingando mi jefe en el celular. 
Pedí la cuenta y el mesero me rechazó su propina porque era de mala suerte, así me dijo, y me pidió que por favor se la dejara en la caja junto con el pago de la cuenta. 

Pasé al baño antes de irme al jale y oh grata sorpresa. 
Encontré la dichosa belleza que tanto hablaba el don. Caminé en cámara lenta y en mi anonadez, topé con la taza que era placenteramente amplia.
Y la tapa y el asiento toda una mamada, eran de porcelana antiquísima en gran estado.

Minuciosamente vi que la estructura tenía unas curvas y líneas peculiares. La superficie del asiento tenía unos pequeñísimos y finos grabados de gran elaboración.

Al sentarme sentí una gran comodidad. Emocionado intenté sacar las medidas pero no había traído la cinta de medir.

Y también noté que su irregularidad no permitía determinar alguna base numérica.
Pensé en volver con un amigo físico matemático para que me ayudara. 

Cuando salí del restaurante me fui con la firme idea de volver.
Volver a comer pero sacarme la espina de dicho sanitario porque sólo oriné.
Me daban ganas de regresar este finde y sentarme ahí por más tiempo del debido, tuiteando, pensando en ti, equis.
Y lo mamalón del lugar era que abría las 24 horas. 

Pensaba que quien padeciese diarreas en ese lugar sería un ideal como complemento menor de angustia y sufrimiento.
Como un infierno pero del bonito. 

Después lo empecé a comparar con otros lugares.
Donde lo ordinario de la fabricación en serie de estas cosas realmente no fecundaban una comodidad real. 
Incómodos y malas veces martirizantes.

Absurdos y pequeños porque no sabes por ejemplo, si caerás de lado obligándote a una estabilidad de tu fuerza humana física junto al trabajo de la salida de tu cuerpo. 
Es decir, empujar la salida de tus desechos y hacer fuerza de equilibrio no es la mejor combinación que nos pueda pasar. 

Y es que a veces son tan pero tan pequeños, que no sabes cómo tanta gente sin ningún tipo de pedo puede pasar por ahí sin problema.

Otro ejemplo es el que tiene en su casa un camarada de un camarada mío en el que una vez que hubo una peda pensé que estaba en casa de la familia pitufa. 

El baño era tan pequeño que parecía retrete de emergencia de una pulquería del fin del mundo. 
De quita y pones.
Un mega rapidín. 

Bueno, pues esta madre tenía una esencia desechable o intercambiable y poseía movimientos sin control como si esta ciudad estuviera en una zona volcánica. 

Estando en la peda ya entrada la madrugada, me postré en el susodicho y pude como hice. 

Era una presión tan acelerada por hacer que no notaba los golpes de la puerta de los demás que ya no aguantaban aguardar su turno. 

Terminé, me paré y me di un putazo en la cabeza con el techo y salí estresado al tiempo que mi camarada me gritó:
—Jajja ¿Está de la verga, verdad?—
Y negando con su cabeza con mirada al piso haciendo un gesto desaprobativo sobaba su caguama.
Y agregó:
—A mí lo que me emputa es cómo sentarme.
En cambio si vieras a este wey(el dueño de la casa), es un pinche elástico. Pinche brujo hiperflexible. Nosotros de uno noventa y a este enano si lo vieras, al sentarse se encoge y se mete y se sienta un chingo de horas con la lap, no con el cel, con la lap, wey.
Caga lento.
¿Tú crees?
Y luego cuando ya acaba, sale normal, campante. Burlándose de nosotros el pendejo. 
¡A mí en menos de tres minutos se me acalambran las piernas!

Cuando estaba por amanecer y yo ya por irme. El ambiente de la fiesta lejos de calmarse subió y pusieron in flames a todo volumen.
Y al dueño de la casa lo tenían al centro rodeado con la conversación, lleno de cheves y con reclamaciones sobre la incomodidad.

Partí y al tomar la cerradura para salir de la casa escuché a alguien decir: —Y para agarrar papel es un pedo, cabrón. Yo ni de pedo lo tomo de donde lo pones. Con una mano sostengo mis webos y con la otra el papel y me agarro de la pared. El cel lo pongo en mis pies pero no alcanzo a ver las putas notificaciones..... 

continuará...

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Sueño ligero