lunes, 9 de abril de 2018

Crónica de un diágnostico no esperado

Por @mecagantodosbye

Tenía meses con el mismo problema, mi madre preocupada y después de 2 meses sin que se resolviera ese pequeño problema me sacó una cita con una doctora. Siempre me han dado pavor los hospitales e ir a consultar me ponía de nervios, pero estaba consciente de que lo necesitaba. Aunque mi problema se solucionó exactamente ese día aún tenía que ir a la consulta pues ya estaba hecha la cita y de todas maneras mi mamá se sentiría más tranquila.
Salí temprano del trabajo y en el trayecto en el metro me convencía a mí misma de que todo iba a estar bien, llevaba mi mochila de Hello Kitty porque tenía clase en la facultad esa tarde, vestía una chaqueta blanca y un pantalón de mezclilla, al llegar al hospital me senté en la sala de espera y me tomé una serie de chistosas selfies para tratar de aliviar la tensión mientras esperaba. 

Estuve menos de 7 minutos esperando y sin embargo me pareció una eternidad, llegó mi mamá y por fin pasamos al consultorio. Mientras me preparaban para tomarme el ultrasonido mi madre salió un momento y sin embargo regresó justo a tiempo para el diagnóstico. Cuando escuché lo que padecía no me alarmé al principio ya que no sonaba que fuera algo grave, no fue hasta que vi la cara de mi mamá y la manera en que la doctora la miraba cuando caí en la cuenta de que no era tan inofensivo como yo pensaba.

Escuchaba a la doctora mientras aún tenía mi vientre descubierto y el pantalón desabrochado, y cada vez sonaba más a cuento de terror, de repente ya todo me daba vueltas y ya no estaba escuchando nada en absoluto porque ya había escuchado lo que tenía que escuchar. En ese momento los vi alejarse a todos y cada uno de mis sueños, veía como se me iba de las manos la vida que tanto anhelaba y que sin embargo tanto me costaba admitir que quería.

Empezaron las preguntas de mi historial clínico y el de mis familiares cercanos, dejé a mi madre responder todo por mí como si fuera una niña, no pude responder ni siquiera mi edad, no quería llorar enfrente de mamá pero tampoco me salían las palabras y si abría la boca sentía que iba a estallar en llanto, escuché a la doctora enumerar los síntomas de la enfermedad que tenía y me daba cuenta de que la mayoría de síntomas los padecía y sin embargo los había pasado por alto.

Firmé una hoja y me dieron medicamento, salimos del consultorio y mi mamá me decía cosas que yo no comprendía, lo único que comprendía era que iba a tener que cambiar mi estilo de vida de un día a otro para no correr un riesgo más grave. Mi madre tenía que volver al trabajo y yo tenía que ir a casa de mi abuela a hacer tiempo mientras daba la hora de irme a la facultad.

Esa tarde tomé el transmetro y al bajarme y caminar recuerdo que venía escuchando “Un día en el parque” de Love of Lesbian, afortunadamente traía lentes de sol y mientras esa canción se reproducía me senté en la banca del enorme parque que me vio crecer y me derrumbé ahí mismo, prometiéndome a mí misma que no iba a dejar que mis padres me vieran llorar.

Y así fue como con tan solo 20 años me enfrentaba al pronóstico más triste y desolador mientras pretendía no verme afectada, y así fue como esa tarde de febrero me permití sentirme triste por un día y no asistir a esa clase que tenía, y así fue como esa noche decidí sacar toda imagen religiosa de mi recámara por estar enojada con todo a lo que le tenía fe.
Así es cuando recibes un diagnóstico no esperado.

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Sueño ligero