Tenía meses con el mismo problema, mi madre preocupada y
después de 2 meses sin que se resolviera ese pequeño problema me sacó una cita
con una doctora. Siempre me han dado pavor los hospitales e ir a consultar me
ponía de nervios, pero estaba consciente de que lo necesitaba. Aunque mi
problema se solucionó exactamente ese día aún tenía que ir a la consulta pues
ya estaba hecha la cita y de todas maneras mi mamá se sentiría más tranquila.
Salí temprano del trabajo y en el trayecto en el metro me
convencía a mí misma de que todo iba a estar bien, llevaba mi mochila de Hello Kitty
porque tenía clase en la facultad esa tarde, vestía una chaqueta blanca y un pantalón
de mezclilla, al llegar al hospital me senté en la sala de espera y me tomé una
serie de chistosas selfies para tratar de aliviar la tensión mientras esperaba.
Estuve menos de 7 minutos esperando y sin embargo me pareció una eternidad,
llegó mi mamá y por fin pasamos al consultorio. Mientras me preparaban para
tomarme el ultrasonido mi madre salió un momento y sin embargo regresó justo a
tiempo para el diagnóstico. Cuando escuché lo que padecía no me alarmé al
principio ya que no sonaba que fuera algo grave, no fue hasta que vi la cara de
mi mamá y la manera en que la doctora la miraba cuando caí en la cuenta de que
no era tan inofensivo como yo pensaba.
Escuchaba a la doctora mientras aún tenía mi vientre
descubierto y el pantalón desabrochado, y cada vez sonaba más a cuento de
terror, de repente ya todo me daba vueltas y ya no estaba escuchando nada en
absoluto porque ya había escuchado lo que tenía que escuchar. En ese momento
los vi alejarse a todos y cada uno de mis sueños, veía como se me iba de las
manos la vida que tanto anhelaba y que sin embargo tanto me costaba admitir que
quería.
Empezaron las preguntas de mi historial clínico y el de mis familiares cercanos, dejé a mi madre responder todo por mí como si fuera una niña, no pude responder ni siquiera mi edad, no quería llorar enfrente de mamá pero tampoco me salían las palabras y si abría la boca sentía que iba a estallar en llanto, escuché a la doctora enumerar los síntomas de la enfermedad que tenía y me daba cuenta de que la mayoría de síntomas los padecía y sin embargo los había pasado por alto.
Firmé una hoja y me dieron medicamento, salimos del consultorio y mi mamá me decía cosas que yo no comprendía, lo único que comprendía era que iba a tener que cambiar mi estilo de vida de un día a otro para no correr un riesgo más grave. Mi madre tenía que volver al trabajo y yo tenía que ir a casa de mi abuela a hacer tiempo mientras daba la hora de irme a la facultad.
Esa tarde tomé el transmetro y al bajarme y caminar recuerdo
que venía escuchando “Un día en el parque” de Love of Lesbian, afortunadamente
traía lentes de sol y mientras esa canción se reproducía me senté en la banca
del enorme parque que me vio crecer y me derrumbé ahí mismo, prometiéndome a mí
misma que no iba a dejar que mis padres me vieran llorar.
Y así fue como con tan solo 20 años me enfrentaba al
pronóstico más triste y desolador mientras pretendía no verme afectada, y así
fue como esa tarde de febrero me permití sentirme triste por un día y no asistir
a esa clase que tenía, y así fue como esa noche decidí sacar toda imagen
religiosa de mi recámara por estar enojada con todo a lo que le tenía fe.
Así es cuando recibes un diagnóstico no esperado.
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