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domingo, 27 de mayo de 2018
viernes, 25 de mayo de 2018
Tlacotepec
Por @tigrekarateca
Tlacotepec
“Tlacotepec es municipio es
sede del Santuario del señor de Tlacotepec, el cual es visitado por miles de
personas que llegan caminando desde diversos puntos de la entidad poblana y del
vecino estado de Veracruz el primer domingo del mes de julio de cada año”
Era una tarde soleada de julio, estábamos
cascareando en la calle. Nos sentamos por el cansancio y uno de los ahí
presentes mencionaron que se iban a “Tlacotepec” -¿Tlacotepec?- preguntamos y unos
hermanos nos dijeron que se iban a Tlacotepec de peregrinos, mencionaron que
estaba chido y que se hacían un día caminando. Entre los que estábamos cascareando
estábamos mi hermano, un primo y yo. Le preguntamos más sobre ese lugar y nos dijeron
que ya habían ido antes y que iban muchas personas para pedir algún milagro o
agradecer al santo de ese lugar. Éramos jóvenes, íbamos en la prepa y se nos hizo
fácil decir que nos llevaran. El día de partir era al día siguiente y quedamos
de juntar una mochila cada quien con cosas que supuestamente necesitaríamos. En
la noche de ese mismo día vimos como pasaban personas con mochilas grandes que
iban al lugar y nos dio aún más curiosidad de saber cómo sería, así que
arreglamos todo para irnos al siguiente día. Al otro día los que nos habían contado
sobre el lugar nos preguntaron si en verdad iríamos y dijimos que sí, que ya teníamos
todo listo. Cabe recalcar que esos hermanos eran prácticamente nuestros vecinos,
así que estábamos en contacto, más tarde salieron, nosotros los seguimos y
mencionaron que desde nuestra locación era muy lejos y que era necesario tomar
un autobús que nos dejara cerca del camino. Esperamos al autobús, pero llegó el
papá de los muchachos y por alguna extraña razón nos dijeron que ya no irían,
nosotros (primo, hermano y yo) ya estábamos esperando el autobús y les dijimos
que si iríamos, aunque ellos no fueran. Llegó el autobús subimos y tomamos
lugar hasta el final. Íbamos tres personas en un autobús hacia un destino que
no conocíamos, es más no sabíamos ni donde bajarnos. El autobús iba lleno de peregrinos
y cuando el autobús se detuvo y extrañamente se empezó a vaciar en unas cumbres
nosotros los seguimos. Ya afuera del autobús vimos a mucha gente que venia y
gente que ya iba encaminada sobre una vereda en las cumbres, los seguimos con
nuestras mochilas, íbamos cotorreando, se suponía que era algo católico y que
las personas tendrían que ir muy sería sin echar demasiado cotorreo porque eso
nos dijeron. íbamos caminando sobre un camino de terracería sobre un cerro,
bajo un sol muy fuerte y ni el viento parecía asomarse, pasaron las horas y seguíamos
caminando, el cielo se empezaba a nublar y el viento empezaba a correr, parecía
que quería llover. Veíamos a muchos niños de la sierra que vendían palitos a un
peso -¿Un peso por un palo, para qué lo quiero?- pensaba pero no lo decía,
otros niños pedían algunos dulces y varias personas les regalaban dulces, parecía
que esas personas ya sabían de que se trataba el viaje. Llegamos a un poblado
por seguir a las personas, había veces en que íbamos demasiados en poco terreno
y veces en que las calle iban menos concurridas, pero se notaba quienes eran
los peregrinos por sus mochilas y quienes eran personas locales, solo nos observaban.
La noche llegó y yo ya me sentía cansado de caminar entre calles, terracería y campos,
pero no lo expresaba porque sentía que iba a bajar los ánimos entre mi gente (primo
y hermano). La noche se apoderó del lugar, seguíamos en conjunto siguiendo a
las personas. La lluvia empezaba a arreciar y las personas venían preparadas con
sus impermeables, cosa que nosotros no teníamos, pero entre las casas había
tiendas que vendían bolsas negras, de esas de basura grande, les hicimos un hoyo
en la punta y nos sirvió bastante bien. Pasaban las horas y seguíamos viendo a gente
que nos pasaba, ya no había casa ni nada, solo campo, lluvia, lodo, todo nos
pesaba. Llegamos a un tipo campamento donde las personas se quedaban a
descansar y tomar algún bocadillo para continuar mas tarde su viaje. Nos
quedamos un par de horas y seguimos porque supuestamente en el amanecer ya estaríamos
llegando a nuestro destino, así que seguimos sobre esos terrenos llenos de lodo.
Ya estaba hasta la madre pero no lo decía, supongo que ellos igual. Más
adelante iba un tipo con un palo, y recordé los palos que nos querían vender y
lo necesarios que eran en un terreno así. El vato iba cojeando, y nos dijo que
por favor no lo dejáramos y pues, aunque quisiéramos íbamos al mismo paso, el
vato iba cojeando por un accidente de moto y le iba a dar las gracias al santo
por que seguía con vida. Ya estaba amaneciendo y ya no había nadie por los caminos,
pasó lo peor, estábamos perdidos, caminamos más horas, ahora éramos cuatro
personas perdidas buscando los caminos, pasamos por un panteón en medio de la
noche y por la mañana llegamos a dar a una carretera federal o algo así, se
había hecho la luz, teníamos un camino donde no había pierde. Pasaban las personas
y nos decían que era por allá y señalaban a lo lejos y las horas pasaban y
pasaban ya era el medio día y nada, el cojo se quedaba cada vez más atrás pero
nos daba lastima dejarlo solo así que decidimos subirlo a una camioneta o carro
particular pero uno de nosotros lo acompañaría, le dejamos a la suerte y el que
lo acompañó fui yo. Nosotros (el cojo y yo) nos quedamos a esperar algún vehículo,
mientras ellos seguían caminando porque el cojo de plano ya ni podía con su
alma. Tardó un buen rato en pasar una camioneta y nos dio un aventón. La
camioneta iba deprisa y se me hizo raro no ver a mis carnales -¿Habrán ido muy
deprisa?- Pensé mientras observaba por todos lados si los veía. La camioneta
nos dejó ya muy cerca del lugar, solo teníamos que caminar como 10 o 15 cuadras.
Me sorprendió saber que nunca vi a mis carnales, llegamos a la iglesia
cansados, enlodados y con hambre. Había cientos de personas en los alrededores pero
al fin habíamos llegado a la iglesia de Tlacotepec. Solo trataba de encontrar a
mis carnales, ellos llegaron como a las dos horas, con picaduras de abejas, pero
bien. Nos sentamos en el suelo y yo me quedé dormido, desperté por las
campanadas de la iglesia y vi que había misa para los feligreses, mis carnales
seguían dormidos. Despertamos y nos fuimos a la parada para volver, de la
iglesia hacia nuestro pueblo salían autobuses y afortunadamente llevábamos para
volver. Al volver nos regañaron por irnos sin avisar, al primo lo regañaron aún
más porque era mormon (o algo así), al cojo lo perdimos en la iglesia, mis
carnales regresaron al siguiente año pero yo no pude porque me operaron del apéndice.
miércoles, 23 de mayo de 2018
ROSTROS
Por @yorkieeeee_
Evito cada mañana no sentirme aturdida por tantas expresiones, por dentro estoy ruleteando cada emoción y palabra que apenas voy a poder vomitar. Tengo un vértigo tan dentro de mí, un vacío tan extraño que me altera la personalidad.
Decido no escaparme por callar y expongo cada parte de mí con una sonrisa. Era más fácil que caerme en pedacitos al piso y llorar. No he sabido lidiar con estos demonios y al parecer ellos menos conmigo.
SUEÑOS
Por @yorkieeeee_
–Quiero contarte una historia cariño...
–Claro, dime... –notaste que comenzaba a quebrarme, pero no dijiste más.
Estábamos a las orillas del espacio, teníamos una casa con un jardín que rodeaba el norte de la estrella. Había nubes al nivel de la cintura, podíamos nadar en ellas al pasar.
Recuerdo que estabas en el columpio más lejano del jardín que por cierto estaba repleto de diamantes, piedras, cuarzos, brillaban muy fuerte y tenue, que apenas era molesto.
–Pero cariño, ¿cómo te atreves a mecerte así? tan bajo. –te grité.
–No, tengo miedo de caer, tengo miedo de volar y no poder sentirme libre. –Llorabas, te estremecías entre el acero que sujetaba el pedazo de plástico que conformaba un columpio.
Decidí meter las cosas a la casa, un par de prendas y los trastes que utilizamos para tomar algo. Pensé que estabas muy roto y que ni podía hacer mucho al respecto, porque de cualquier forma, yo también lo estoy y eso me rompía más.
Me puse a recoger las frutas del césped, pensé en hacerte un pastel de frutas. Ya estaba terminando cuando escuché un rasguño al piso, y salté a verte. Estabas cayendo y gritándome al mismo tiempo que fuera contigo.
–¿Vienes? –eso quedó en mi memoría y cuando volteé, tú ya habías saltado a un abismo tan grande que no me dio tiempo de gritar. Salté también.
Estando a unos segundos de distancia, caes más rápido que yo, comprendo que te hayas dejado ir, pero rogaba para que no me dejaras ir a mí. Escuchaba como tus huesos se apagaron de repente, tu cuerpo había sido silenciado por este espacio tan vacío y bestial. Tenía miedo de apagarme yo también. Cerré los ojos.
–Estamos tan cerca. –Te escuché por dentro, no podía saber cómo lo hacías pero le diste tranquilidad a cada suspiro, traté de apuntarme hacía a ti y dejar suelto este corazon para alcanzarte un poco más, tal vez.
–Vas muy rápido, trata de sujetarte de mí, no quiero perderte de vista. –Te grité, el sonido seguía sin viajar. Cerré mis ojos, lo volví a gritar, y volteaste, me viste, te detuviste por un segundo y tu sonrisa me dio un respiro; me alentó.
Pasaron quizá minutos para sentir un miedo intenso en mis venas. Te alejaste nuevamente y desapareciste. Tuve miedo, y me puse totalmente fría, no sabía qué hacer, te fuiste tan rápido que ni pude notar hacía que dirección. Mi cuerpo se estremecía en una horrible ansiedad, incertidumbre de no volver a verte.
–No puedo, tengo que volver, si sigo tal vez me pierda entre las nubes, y mi esencia quede como una estrella al viento. –Me decía por dentro, trataba de relajarme, darme ese puñito de esperanza de poder llegar. Vi un brillo muy pequeño, me di cuenta que era la fruta del césped.
En pleno camino, después de haber peleado contra las millones de nubes y haber gritado tu nombre, el oxígeno se acabó, y desgarró mi voz, me sujetó de un suspiro mi alma, y la arrancó por completo, dejándome así, inmersa en soledad y oscuridad. Mi voz había ya rota, la forzaba a gritar, pude sentir como mis huesos tomaron descanso, a pesar de mirar como revoloteaban en medio de nada. Sentí como mis ojos se ahogaban y vomitaban hacia mi cabeza. Sentí como si mis nervios se rompieran y yo escuchará cada crujido.
Sentí un hormigueo en las piernas y mis brazos me jalaron a la cama. Volteé a mi derecha, y ahí estabas, acostado y con todas las cobijas sujetas a tu cuerpo. Te desperté y te golpeé (lo siento mucho por eso),
–Te suplico que no lo vuelvas a hacer. –te dije mientras te daba pequeños golpeteos en los brazos. Tú ni sabías de qué estaba hablando, sólo entendiste, y abrazaste mi temor, haciendo que se deslizara sobre mis pies, y dejándolo a lado de la cama.
–Por eso anoche...
–Desperté medio llorando, sentí un alivio enorme de verte, pero me quedé con esa horrible sensación de vacío de no tenerte. –me abrazaste y pusiste en mí toda la paz que necesitaba.
lunes, 21 de mayo de 2018
Hoy es tu cumpleaños.
Por @ayddh
Hoy es tu cumpleaños.
Hoy es tu cumpleaños.
Hoy es tu cumpleaños y una distancia de tiempo y espacio
separa el deseo de estar contigo, la vida es astral, yo siempre estoy ahí.
Es tu cumpleaños y sólo tengo un ramillete de lunares
dibujados, sobre una vía láctea que comienza en mi alma y termina en mi
espalda, son sólo para ti.
Unas cuantas pecas deformes marcadas con tu nombre creando
una historia sin fin.
Es tu cumpleaños y yo sólo tengo unos pies cansados,
fatigados, deseando caminar junto a ti, desde el inició de la vida y hasta el
final de la muerte, caminar y caminar al mismo compás.
Un sueño entre mil sueños, convertidos en deseo; ya no espero
verte partir.
Mis hombros moldeados por tus brazos, entre tanto abrazo; te
quiero solo a ti.
Hoy es tu cumpleaños y solo tengo para ti, una cintura
escandalosa de vaivenes buscando encajar debajo de tu piel para la eternidad.
Caricias sobre tu sombra, besos de esta vida corta, ofreciéndote
mil vidas más.
Hoy es tu cumpleaños, una historia hay detrás de tu piel de
terciopelo, de la suavidad de tu cabello, del calor de tu ser.
Eres quien eres y deseos me sobran para ti, no quiero que
tengas una vida feliz, deseo que seas de los felices en esta vida ....
Ayded HDíaz
Ayded HDíaz
sábado, 19 de mayo de 2018
Gaijin
Por @engentada
Los japoneses no hablan mucho.
Supongo deben sentirse intimidados al ver a alguien con rasgos de otra nacionalidad, una que no saben reconocer del todo bien. Quizá sea su timidez generalizada. Quizá sea el hecho de que, siendo bien sabido, ya que cualquier japonés te lo dice casi de inmediato una vez que los conoces, su nivel general de inglés es malo. Han aprendido, supongo a la mala, que no todos los que visitan su país hablan su idioma. Un idioma que no se habla fuera de sus fronteras. Un idioma que, da la casualidad, he estudiado antes.
Debido a esto, mi vida en Tokyo fue solitaria, en su mayoría.
A excepción de las valientes almas extranjeras que, como yo, andaban solos, carentes de interacción dada la barrera idiomática imaginaria que la población en general te impone.
-¿Cuál sería el país de origen de la clienta? – Me preguntó en un japonés formalísimo la cajera de una conocida cadena japonesa de tiendas de autoservicio.
Envuelta en mi rutina usual, la cual normalmente no involucraba más interacción verbal que el intercambio de números y formalidades del intercambio de bienes comerciales, no entendí del todo bien la pregunta, y además, tampoco había reparado en la rubia que me recibió en el mostrador.
-Ah, ¡soy mexicana! – respondí, con japonés formal, tras tres instantes de deliberación.
-Creía que eras italiana… - Musitó la cajera, cuyo gafete rezaba “Isabella”.
Elaboró un poco más al ver mi cara de confusión, con la pregunta implícita.
-Los italianos, los españoles y los mexicanos nos parecemos mucho, ¿no crees?
-¿Eres de España?
-Italiana.
-Mucho gusto. – Finalicé. Tras una sonrisa, salí de la tienda.
--------------
Kabukicho es, de acuerdo a mi jefe, “un barrio que nunca duerme”. De acuerdo a mis profesoras es “un lugar peligroso, nunca deben ir ahí”, frase ante la cual no podía evitar suspirar, con un tanto de desparpajo. Un lugar peligroso, para la única otra persona que venía de México en la escuela. Seguro.
Camino por lugares más peligrosos en México, diariamente.
Kabukicho es un barrio enclavado justamente entre Shinjuku, uno de los distritos más famosos de Tokyo, y Shin-Ookubo, el barrio Koreano. Está lleno de bares que permanecen abiertos las 24 horas, en particular bares cuyo atractivo principal es la gente que te recibe, te atiende y te hace pasar un buen rato: los “hosts” o “hostess”. Dado el extraño rubro de tal mundillo, es fácil entender perfectamente la profesión real de muchos de ellos al mirar los love hotel y moteles contiguos. Ir caminando por cualquiera de las calles de Kabukicho es en sí una función de galantería sin igual. Hombres que probablemente en la vida real jamás me hubiesen hablado se me acercaban haciendo caravanas y reverencias, invitándome a su bar.
-¿Te acompaño, señorita?
-¿Quieres que te recomiende un lugar bonito?
-¿Looking for a fun night? – Llegaba la pregunta en inglés con evidente acento Jamaiquino, de tanto en tanto, mientras un hombre de raza negra de casi dos metros se acercaba con un talante mucho menos suave que los otros diez japoneses buscando clienta.
-No, thank you, I’m a minor. – Mentí, y me alejé.
-Is it ‘cause I’m black?! – Alcancé a escuchar una vez que me alejé. Seguí mi camino tratando de no doblarme de risa en el acto.
Teniendo una amiga adicta a los videojuegos de música, y estando en una zona en donde abundan los game centers, Kabukicho era una zona de paso común para las dos.
Harta del ambiente estridente de uno de tantos de esos centros de la zona, salí por un rato a buscar una tienda de conveniencia para comprar tabaco.
Frente a las tiendas de conveniencia hay, comúnmente, una zona de fumar. Es fastidioso necesitar buscar una zona como ésa cada vez que se le antoja a uno envenenarse un poco, así que uno aprende a aprovechar.
Las personas que calles atrás morían por invitarme a su bar, esta vez, estaban reunidas en torno al cenicero sin prestarme la menor atención. Así de contrastante es Tokyo. Tres minutos después de haber posado el cigarro en mi boca, seguía removiendo en el interior de mi bolso ante la luz de tungsteno que salía de la tienda de conveniencia en busca de mi encendedor, el cual había decidido no aparecer.
Una mano extranjera se aproximó a ayudarme a encender el vicio, y agradecí con un gesto de la mano. El interlocutor buscó mi rostro con la mirada, curioso.
-¿Eres japonesa? – Inquirió, en inglés. Evidentemente era turista.
-Nop. – Respondí, con un poco de recelo.
-¿Americana?
-Soy mexicana. – Informé, finalmente.
-¡He ido a Cancún! – Me dijo, con alegría. Era rubio, de cabello rizado y muy alto, para mis estándares.
-¿Eres americano?
-Soy francés. ¿Vas a ir a alguna fiesta?
Era sábado. Lo miré con atención. Si no supiera que era turista, hubiese esperado que junto a él hubiese una bicicleta.
-No, probablemente de aquí me regrese a mi casa.
-¡Qué lástima! Regreso en el vuelo de media noche y estoy quemando un poco el tiempo antes de volver.
-Ojalá encuentres una pronto.
El chico tomó su bicicleta imaginaria y se marchó.
miércoles, 9 de mayo de 2018
De autoestima y autoamor
Por @KatHalley
Amarse y aceptarse. No me llevo bien con esas palabras, incluso podría llegar a decir que jamás las he llevado a la práctica.
Amarse y aceptarse. No me llevo bien con esas palabras, incluso podría llegar a decir que jamás las he llevado a la práctica.
Recuerdo como desde los 7 años cuando empecé a ganar peso
viví en carne propia lo que era el rechazo y desde mi tierna conciencia ideaba
planes para poder ser aceptada, desde dejar de comer en el recreo hasta correr
en la plaza obsesivamente, porque ya no quería llorar, porque era más fácil que
yo cambiara mi aspecto a cambiar la mente de 17 niñas y hacerles ver que me
dolían sus palabras y sus acciones.
Al llegar mi adolescencia y con un peso significativamente
menor era más feliz, recuerdo a mi yo de 15 años sintiéndose linda en fotos o
al verse en el espejo, y que si bien no tenía ningún pretendiente, al contrario
de mis amistades no sentía que eso me hiciera falta o me acomplejaba por ello.
Puedo decir que por un buen tiempo me sentí cómoda con mi cuerpo, pero no
comprendía que el problema no era bajar de peso.
Luego llegué a conocer de primera mano las relaciones
románticas y con ello las decepciones amorosas, y aunque en los 3 primeros
fracasos no hubo lágrimas ni rencor, eso no duraría mucho porque a través de esos fracasos yo ya estaba
desarrollando la habilidad de amar y la iba a poner en práctica con hombres que
se ganarían mi confianza para después dejarme en el suelo.
Y así fue, llegaron a mi vida hombres como R, M y K. Cada
uno muy diferente del otro pero que tuvieron una misma repercusión en mí, a
través de cada uno de ellos había llegado a sentir no sólo el rechazo sino
también el reemplazo, cada uno de ellos (quizá sin intención) me habían llevado
al punto de compararme con otras mujeres que debido a mi baja autoestima
siempre iba a ver como mejores y más bellas que yo. Lamentablemente me iba a
dar cuenta que la hermosa habilidad de amar que fui desarrollando en mi
adolescencia iba a ir a volcarla para mi desgracia en aquellos que me iban a
hacer vivir un infierno en la misma Tierra.
Hay cosas que uno simplemente no puede prever, y la vida no
para ni nos da tregua por un momento, ni siquiera para superar la pérdida de un
ser querido. Hay ocasiones en que aunque nuestras intenciones sean buenas, no
serán suficientes.
Sin embargo, un día te levantas y decides que todo ese
rechazo lo vas a convertir en ganas de triunfar, en fuerza para hacerlo, ese
día para mí fue proponerme el objetivo más grande que he tenido en mi vida y lo
logré y aunque no es un camino fácil he tratado de ver que soy valiosa, que
tengo muchas cualidades y que he logrado muchas cosas en mi vida, que nada ni
nadie me va a quitar mi lugar ni mi valor porque simplemente nadie se puede
comparar a lo que soy.
Y no, quizá no soy fuerte -cualidad que uno de esos hombres
(R, M o K) me dijo que no tenía y la tipa que me reemplazaba sí-, pero he
sabido sobrellevar todo lo que me ha sucedido de buena o mala manera, no soy
fuerte pero tampoco tengo miedo de llorar ni de entregarme al cien a una
persona que sé de antemano que no me corresponde, porque doy a manos llenas sin
mirar a quien, y lloro porque soy humana y porque es normal sentir que te
quiebras en ciertos momentos, creo firmemente que quien jamás se entristece o
todo le da igual es también incapaz de tener empatía por los demás, así que
prefiero sentir.
Y de repente ya no era la Kat que tomaba somníferos, ni la
Kat que se lastimaba a sí misma por impotencia, rabia, tristeza.
Y aunque no estoy segura que en un futuro no vuelva a sentir
ansiedad por compararme ni que haya llegado a construir un autoestima más
fuerte, sé que ahora que me conozco voy a tener de antemano la certeza de que
soy como tengo que ser y eso es lo que hace que sea única, que soy la única
versión de mí misma y por lo tanto la mejor. Y qué bonito es tener esa certeza.
lunes, 7 de mayo de 2018
sábado, 5 de mayo de 2018
Sólo un instante
Por @Annberbiz
Sólo un instante
Hay días en los que no te
entiendo,
tu cuerpo agrietado le resta
protagonismo a la cama.
En la habitación me desgarro de
ti, de tus emociones,
de lo individual que hemos sido.
En ocasiones me encuentras en tus
días más miserables,
pidiendo una musa que ha muerto.
Porque para ti lo sigo siendo con
lo enfermizo del tiempo.
Escribo a partir de una cortina
cerrada
que emula la noche en el alma
y no sé porque me molesto en
evadirme
Si las letras se gobiernan solas
y terminan yendo siempre detrás de
ti.
Ya no encuentro otra forma de
adorarte
y aborrecerte al mismo tiempo.
Tengo la ilusa idea de que logras
sentir el temblor,
mi temblor de las manos cuando magullo
las teclas en pleno despido.
El abismo es de ambos ahora...
jueves, 3 de mayo de 2018
Tu mirada en la noche
Por @cumbiabich
Para ti desde el fondo de mi <3
Mi madre se quedó ciega.
Mi madre está ciega pero en sus andares no menosprecia ni restringe su amor.
Hace como una negación de su padecer, proveyendo amor en la cocina en la limpieza de la lavandería que hizo suya a su modo y que nosotros le adecuamos como le gusta.
Y música, siempre música popular.
Me ha dicho que su inspiración, su razón de vida, es el fin de las cosas, un gozo igual en uno y otro. La idea y el hecho.
La antípode del ayer al hoy, en la luz y la oscuridad, sin intervenir para cuajarse como víctima.
Qué admirable.
Pese a ello, los cuidados que le tengo son los de un menú abierto. La solidaridad que le tengo pese a mi insuficiente esfuerzo, se la doy con el tacto que yo intuya o ella no diga.
No podré tener tanta experiencia como ella pero tengo el recuerdo de vida del que nada de otra cosa he vivido, algo que se haya comparado con esta vivencia guerrera del ser de mi madre con la que se pueda equiparar.
Le he comprado lupas chiquitas y una grande con luz integrada.
Le he proveído señoras que hacen limpieza y cocina, con ese perfil platicador que a ella le gusta. Porque aunque cabe la tristeza, no cabe en el pesimismo permanente.
Su risa ocurrente estimula mi perspectiva de vida. He conocido las sombras a través de ella, donde con mis relatos le platico o explico cosas que vemos en los caminos y lugares.
Ya está grande pero es una muchacha llena de vida de 25 años. Hemos comprado cosas a nuestro alcance, como compras de cocos y otros dulces de leche donde se anima a preguntarle al vendedor las recetas y métodos de fabricación.
Pero no todo en la vida hay reflejo de su innata alegría. También en la carretera a estimados kilómetros le describo la desaparición de lugares que conoció y los hechos en su lugar.
Mi madre está enferma y la amo.
Mi madre está viva y la amo.
Ya no solemos ir tanto a largas salidas como ver los aviones despegar y aterrizar. Pero aún jugamos a la lotería y me pongo a su lado para llenar sus tablas cuando repite el grito de la serie para buscar la tachita, el cuadro o el palito parado o acostado.
Mi madre es la luz de esperanza en este mundo decadente. Es la mirada nocturna de las tres de la mañana para anteponer preguntas fáciles de reconocimiento de qué es lo que pasa.
Sus ojos se fueron al corazón. O más bien éstos están felices de ser los prioritarios en esta recta final.
Mi madre a ti te haría feliz. Te diría qué es lo que tiene en el refri que te pueda cocinar si no, pa mandar traerte cosas y hacerte lo que a ti te gustaría comer en este momento.
Te preguntaría qué es lo que te pasa y que por qué esa mirada triste.
La alegría de mi vida.
La fortaleza que crees tener perdida.
A mi madre la van a internar. Tiene dolores en el estómago. Ha habido mucha fiesta en su vida. Sigue cantando a susurros a paloma san basilio. Son los días en los que llego a la casa sólo para bañarme y de ahí al hospital y después al jale.
Estos días son muy especiales. Tenemos visitas de los abuelos que van y vienen en los sueños o permanecen sentados en el mueble de espera que les dejo para que descansen.
Recuerdo sus pies hinchados. Sus canas en sus peinados de personalidad. Mi madre me pregunta si ya comí. Lloro. Me dice que le diga de qué tengo ganas. Han pasado decenas de noches y me cuenta que mi abuelo anda risueño pero que hay que ir a darle de comer al ganado.
Amanece en esta noche que parecía inacabable.
Amanece afuera pero no en su habitación.
Comenta que mi abuela trajo cientos de luciérnagas para iluminar el cuarto. Que hay grupos formando corazones bien bonitos mientras otros forman senderos llenos de luz por donde se irá con mis abuelos.
Mi madre se despide y me dice que no tardará, que en la mesa dejó la lista del mandado que hace falta para la casa. Y me pide que si mi hermano quiere contratar un karaoke para cuando ella regrese, estaría bien para ver si juntos cantamos unas de juanga.
Mañana será el funeral de mi madre.
Todos están invitados.
Para ti desde el fondo de mi <3
Mi madre se quedó ciega.
Mi madre está ciega pero en sus andares no menosprecia ni restringe su amor.
Hace como una negación de su padecer, proveyendo amor en la cocina en la limpieza de la lavandería que hizo suya a su modo y que nosotros le adecuamos como le gusta.
Y música, siempre música popular.
Me ha dicho que su inspiración, su razón de vida, es el fin de las cosas, un gozo igual en uno y otro. La idea y el hecho.
La antípode del ayer al hoy, en la luz y la oscuridad, sin intervenir para cuajarse como víctima.
Qué admirable.
Pese a ello, los cuidados que le tengo son los de un menú abierto. La solidaridad que le tengo pese a mi insuficiente esfuerzo, se la doy con el tacto que yo intuya o ella no diga.
No podré tener tanta experiencia como ella pero tengo el recuerdo de vida del que nada de otra cosa he vivido, algo que se haya comparado con esta vivencia guerrera del ser de mi madre con la que se pueda equiparar.
Le he comprado lupas chiquitas y una grande con luz integrada.
Le he proveído señoras que hacen limpieza y cocina, con ese perfil platicador que a ella le gusta. Porque aunque cabe la tristeza, no cabe en el pesimismo permanente.
Su risa ocurrente estimula mi perspectiva de vida. He conocido las sombras a través de ella, donde con mis relatos le platico o explico cosas que vemos en los caminos y lugares.
Ya está grande pero es una muchacha llena de vida de 25 años. Hemos comprado cosas a nuestro alcance, como compras de cocos y otros dulces de leche donde se anima a preguntarle al vendedor las recetas y métodos de fabricación.
Pero no todo en la vida hay reflejo de su innata alegría. También en la carretera a estimados kilómetros le describo la desaparición de lugares que conoció y los hechos en su lugar.
Mi madre está enferma y la amo.
Mi madre está viva y la amo.
Ya no solemos ir tanto a largas salidas como ver los aviones despegar y aterrizar. Pero aún jugamos a la lotería y me pongo a su lado para llenar sus tablas cuando repite el grito de la serie para buscar la tachita, el cuadro o el palito parado o acostado.
Mi madre es la luz de esperanza en este mundo decadente. Es la mirada nocturna de las tres de la mañana para anteponer preguntas fáciles de reconocimiento de qué es lo que pasa.
Sus ojos se fueron al corazón. O más bien éstos están felices de ser los prioritarios en esta recta final.
Mi madre a ti te haría feliz. Te diría qué es lo que tiene en el refri que te pueda cocinar si no, pa mandar traerte cosas y hacerte lo que a ti te gustaría comer en este momento.
Te preguntaría qué es lo que te pasa y que por qué esa mirada triste.
La alegría de mi vida.
La fortaleza que crees tener perdida.
A mi madre la van a internar. Tiene dolores en el estómago. Ha habido mucha fiesta en su vida. Sigue cantando a susurros a paloma san basilio. Son los días en los que llego a la casa sólo para bañarme y de ahí al hospital y después al jale.
Estos días son muy especiales. Tenemos visitas de los abuelos que van y vienen en los sueños o permanecen sentados en el mueble de espera que les dejo para que descansen.
Recuerdo sus pies hinchados. Sus canas en sus peinados de personalidad. Mi madre me pregunta si ya comí. Lloro. Me dice que le diga de qué tengo ganas. Han pasado decenas de noches y me cuenta que mi abuelo anda risueño pero que hay que ir a darle de comer al ganado.
Amanece en esta noche que parecía inacabable.
Amanece afuera pero no en su habitación.
Comenta que mi abuela trajo cientos de luciérnagas para iluminar el cuarto. Que hay grupos formando corazones bien bonitos mientras otros forman senderos llenos de luz por donde se irá con mis abuelos.
Mi madre se despide y me dice que no tardará, que en la mesa dejó la lista del mandado que hace falta para la casa. Y me pide que si mi hermano quiere contratar un karaoke para cuando ella regrese, estaría bien para ver si juntos cantamos unas de juanga.
Mañana será el funeral de mi madre.
Todos están invitados.
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Caricias que se desvanecen instantáneas. Caricias que se ocurren pero no ocurren. Que correrían dichosas la tela que también te es caricia...