domingo, 3 de junio de 2018

El que se caga pierde 2

Por @cumbiabich


"Siempre habrá deberes por descuidar, que por llegar primero al baño".

Anónimo


Ochenta años después, en otra rutina nueva que tuve donde trabajaba en un restaurante. 
Un lugar desos 'modernos' de diseño, menús y clientes exigentes. 

Pasaba el tiempo cocinando y atendiendo clientes y dejando esa necesidad básica para cuando estuviera en casa. 

Pero nunca supe si era por un nuevo control digestivo por estar en un lugar nuevo o si en realidad porque había caído en una etapa de estreñimiento o qué pedo. 
La verdad nunca la supe. 

Lo que sí me pasó fue que había olvidado por un tiempo aquel baño de los dioses que tanto tiempo anhelé y que aquí en abril les conté. 

Los sanguinarios de este lugar laboral hacía como que me gustaban pero en realidad eran ordinarios. Y de hecho cuando llegué en mis primeros días de trabajo me tocó que los habían estado renovando. 

Empecé a llevarme chido con el gerente porque al vato le gustaba el metal y le gustaba platicar de bandas y todo ese pedo ritxs. 

Pero bueno, ya saben también cómo son las adaptaciones de las masas. 

Y en mi primera semana no había ocurrido que necesitara de ellos, de los baños. Hasta que una vez empezaron a hacerme ojitos. 
Así de: veñ, veñ a mí. 

Esa vez recuerdo que una piña en conjunto con un nopal estaban haciendo un huracán en mi interior. 

Y pasaba por afuera de los sanitarios y nomás los veía de reojo pero la neta el movimiento del tobogán cada vez más y más hacía que se me antojara estar en su presencia.

Y caí. Caí y caí.
Después se asimiló el pedo, en la chinga, en depender ahí como mi segundo lugar de confianza. 

Y entonces llegaron las historias populares. La subgerente echaba madres cada que iba al baño. Eso era siempre después de cada corte de turno, donde sólo lo hacía yendo al baño de los vatos.

Y cada que salía la queja era porque los asientos siempre tenían residuos de orines. 

Pinches cabrones, tamaño agujerote y no le atinan. Muy vergudos los putos. Ay ajá. Pendejos. Siempre sus pinches miados escurriéndose.

El gerente, sin dejar la mano sobre la caja registradora de cobro pero mirando de reojo a la fémina molesta, negaba con su cabeza las formas de la morra. Y la dejó que terminara.

—Y tú siempre metiéndote al baño que no te corresponde. Deja de quejarte y métete al tuyo. ¿O qué es lo que hace interesante el de los hombres?

—Brincos dieras cabrón. Ya quisieras estar conmigo animal. Si entro al de ustedes es porque las tazas son más amplias y más cómodas. El puto cabrón que diseñó todo este pedo nos puso unos baños bien ojetes.

—¡A la verga! —grité yo. 

Y automáticamente yo y el gerente corrimos a ver y la subge se vino tras nosotros. 

Eran inauditos los baños de las mujeres, veíamos y no lo creíamos, bueno yo más, porque este wey se cagó y no dejaba de reírse. Cosa que a la subge emputó más.

Los retretes eran muy muy estrechos y sin tapas. Yo veía pero no entendía. La sentadera fija decaía de forma drástica hacia adentro. ¿Les suena familiar? Pues sí, porque daba la sensación de que te caerías hacia dentro como si te succionaran las nalgas. Ya nomás faltaba que te cogieran.

Luego un wey que acostumbraba presumir conocimientos interrumpió el silencio que empezaba a darse y dijo que eran así porque se trataba de un diseño de sanitarios militares. 
Y lo mandamos a la verga. 

—No, es que es neta. Estos son especiales para la guerra. Sólo para lo básico: llegas, cagas y te vas. Nada de andar tirando barra. Si aguantas aplastado dos minutos ahí es un chingo.

La espuma de la risa subía y el sudor tan impestivo como el instante donde la subgerente de arrebato toda cagada salió azotando la puerta. 

—Por eso no puede checar su face— dijo ahogado y enrojecido el gerente chorreándosele la saliva y haciendo cochiqueos de cerdo marrano puerco. —¡Su inbox!—jajajjajaj. 


Afortunadamente para la subgerente, a la semana siguiente la cambiaron de sucursal y a su jefe le hizo pedo por dichos estados de los baños.

El jefe salió igual de burlón que el gerente pero después entendió que la marca estaba corriendo riesgo de demandas con las clientas. 

Tiempo después dejé de trabajar ahí porque salió una propuesta de la nassa a un proyecto para ir a cazar extraterrestres al espacio. 

Pero no era cualquier caza de fantasía. La idea trataba de hacer unas pruebas con sanitarios móviles en sus naves pero antes de esto, bloquear los de las naves alienígenas y así con esto, atraer a lo seres hacia los nuestros. 


Decían que era una idea muy disparatada pero que los tiempos habían cambiado mucho y que entre más ridículos los planes de trabajo, los gobernantes quedarían más satisfechos aprobando mayores presupuestos a la agencia.

Pero como yo no pasé las pruebas pues no se hizo,

así que me metí de barrendero al ayuntamiento.

Pero esa ya es otra historia. 



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