viernes, 1 de junio de 2018

Cada quien su adicción

Por @lluviedad

El llamado del vacío, le dicen.
Yo lo siento en las palmas de las manos, me sudan apenas lo necesario para ponerse heladas, les da esa cosquilla ansiosa y dulce, a veces nauseabunda, que me late en el sexo cuando te tengo ganas, que se me aloja en la panza cuando veo un accidente, que me rasca la nuca cuando la culpa o la vergüenza se ponen mi nombre.
A veces visito las orillas de las azoteas para excitar el miedo, el vértigo, la semilla de mi muerte, la nada. Sudo un rato y pienso en lo que sea, canto, repaso la lista del mandado, recuerdo mi niñez o lo que quiero ser, lo que ya no fui, contemplo lo igual que seguirá todo cuando haya vuelto al Vacío.
Espero que la cosquilla magnética me enfríe las plantas de los pies, a veces sonrío cuando me convence la desesperanza que siempre vuelve, y sigo viviendo. Mientras. Voy a casa, te abrazo, te quiero, reímos, comemos, nos tocamos apenas o poquito o mucho o completos por dentro y por fuera, y seguimos viviendo mientras.
A veces busco la cosquillita parándome en un puente a ver los carros desde arriba. Hay muchos que asemejan ataúdes, algunos coloridos de más, otros vanguardistas si es que tal concepto existe en ese contexto, y otros más descuidados, descarapelados, como féretros que nadie quiso y se amarillaron rechazados. Pero no me oscurece la imagen de filas de ataúdes transportándose incesantes, esos qué.
Me llena de nada el desfile de personas, de vidas completas con sus pasados, con sus futuros y sus urgencias actuales. Las imagino, me pongo en su lugar, voy en camino a pagar la renta, otra vez; voy a la clínica, a prolongar qué; voy a comer, otra vez; voy a la playa, a mirar de frente ese juego de espejos, cielo, mar, abismos azules profundos pletóricos de ángeles y otras criaturas de horror; voy a enamorarme, otra vez; voy a desenamorarme, otra vez; voy a matar a alguien, al cine, a la escuela, al gimnasio, de vacaciones, a entregar el carro, a una junta. A hacer cualquier escala que me toque hoy de camino a donde todos vamos.
Voy con cualquier asunto importante que también va derechito a desaparecer, a no haber significado nada, voy, va cada uno con su propio ritmo pero a la misma nada. Me lleno de sus nadas y me vibran y voy a casa con mi oscuridad satisfecha y dormida.
Pero a veces me llama fuerte esa cosquilla desde casa, me palpita de las manos hasta los codos; en las plantas de los pies; desde el sexo hasta la nuca, atravesando la panza. Y no busco alturas para desahogarme, voy a ti, con ansias, con un nuevo insulto para ti. Con un empujarte un poquito más allá a esa oscuridad en la que te permites vivir conmigo y desde la que me ves con esos ojos de víctima cada vez más hundidos, sepultados.
Minutos, horas o días después te sobo. Te ungüento o te beso, te construyo un pedestal altísimo que te debe dar las mismas cosquillas adictivas del abismo porque por algo seguimos aquí.

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Sueño ligero