sábado, 9 de junio de 2018

Domingo 10

Fueron sus ojos.

No, no fueron sus ojos, fue la manera en que ellos me miraban.

Si hubiera estado un ejército ahí frente a él, ese mismo día hubieran entregado sus armas.

Y no, esa tarde de diciembre con un calor inusual para la temporada yo jamás habría imaginado que ese rostro que tenía enfrente (el que sería capaz de hacer a un ejército entregar sus armas con su mirada) me iba a costar más de 300 noches de lágrimas.

Esa sonrisa, esos ojos y ese rostro fueron culpables de que por un tiempo yo sonriera como tonta al escuchar una de mis canciones favoritas, me regalaron una de las mejores Navidades de mi vida, pero también la peor.

Pero en el momento nunca pude imaginar de lo que eran capaces esos ojos. 3 sobredosis y una huida.

A veces siento que pudo haber estado en mis manos evitarlo, pero ¿quién se iba a imaginar el peligro que hay al aceptarle una salida con café y pastel tortuga a un amigo?

A veces siento también que pude haber cambiado mi destino y no conocerlo nunca, pero las personas perdidas siempre se terminan encontrando por casualidad.

A veces siento que hubiera estado mejor sin conocer el dolor de ver los ojos por los que moría, morir por alguien más.

Y yo bromeando le decía “han pasado ya 19 días, 207 noches y si Sabina está en lo correcto, en 293 noches te olvido”, y yo bromeando me decía “ya volverá”…

A veces lo busco detrás de la barra de cualquier bar, o cuando voy sola caminando por la ajetreada ciudad, a veces lo busco y lo encuentro pero sé que no volverá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sueño ligero