domingo, 5 de agosto de 2018

Disertación del fuego


By @Annberbiz


Quisiera aclarar que no tengo razón ni obligación de justificar lo que he hecho, porque todo ha sido un mero acto de justicia divina, pero si tuviera que hacerlo, y sólo si tuviera que hacerlo, debo mencionar que todo comenzó a razón de que, sin deberla ni temerla, mi destino fue servir como el más miserable de los esclavos, cumpliendo jornadas dignas de país tercermundista, recompensado con apenas el alimento necesario para no extinguirme y convertirme en un recuerdo de ese lugar oscuro y frío que representa la muerte.
Aunque, pensándolo bien, ustedes fueron los primeros en romper el trato que teníamos, me prometieron un lugar a su lado. En otros tiempos, los humanos me veneraban como a ustedes mismos, me temían, se postraban ante mí porque sabían que su existencia dependía de mí. Pero, ahora todo ha cambiado. Un buen día se creyeron mis dueños, creyeron conocerme y dominarme, así que me hicieron prisionero, me obligaron a contenerme en toda clase de artefactos… Pero, conmigo se equivocan, yo siempre los sorprendo, aparezco cuando nadie se lo espera.

Todo sucedió de repente. Me encontraba en el momento más oscuro del día, esperando servir. Aún tengo la sensación de hastío y ninguna razón de ser; fue como si de un momento a otro pudiese tener el control de crecer y crecer. El sonido de un silbido tenue llenó por completo mis oídos, trataba de encontrar de dónde venía, pero no pude moverme a gusto. Fue su olor el que lo delató, se acercó despacio y de pronto nos fundimos en un abrazo prolongado, a su lado me sentí invencible;  de inmediato me adherí a las cosas que tenía cerca: maderas con disoluciones de aceites secos y volátiles que me hacían feliz en el instante. Recorrí las escasas telas de la cocina, me propagué por los trapos que recubrían las sillas y la sala. Fui conociendo parte de la casa, aunque pensándolo bien, conocí la casa hasta convertirla en un lienzo de cenizas y soledad.

 Los años viejos me pueden acusar de haber quemado vivas a muchas personas acusadas de brujería, culparme de un sinnúmero de muertes dolorosas y horribles que, repito, no tengo obligación de justificar porque yo nunca planee tales aberraciones, dicho de otro modo, se podría decir que yo sólo he sido el instrumento y, sin tratar de escudarme en padecimiento mental alguno, como sí hacen muchos otros, yo siempre he actuado según mi naturaleza y la función que Dios ha puesto en mis manos.

  Es más, dependo de la naturaleza de todo lo que está a mi alrededor, en especial de aquellos con los que tengo que convivir todos los días, en todo caso los dioses tienen la culpa por hacerme tan atractivo para los caracteres explosivos ¿No? Siempre sucede igual: estoy tratando de portarme bien cuando, de pronto, siento la presencia irresistible; lo detecto por el olor, por la textura, por el color, mis moléculas se inquietan cada vez más y más, hasta que me dejo llevar y exploto, entonces, ya nadie puede detenerme, me abandono al gozo, en ese momento de gozo no pienso en nada más que ser libre, devorar todo a mi paso ser yo mismo. Después viene la culpa y el arrepentimiento, pero sólo por un momento porque sé que en cuanto se acerque un cuerpo explosivo, la historia volverá a repetirse.        


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Sueño ligero