jueves, 3 de mayo de 2018

Tu mirada en la noche

Por @cumbiabich


Para ti desde el fondo de mi <3




Mi madre se quedó ciega.
Mi madre está ciega pero en sus andares no menosprecia ni restringe su amor.

Hace como una negación de su padecer, proveyendo amor en la cocina en la limpieza de la lavandería que hizo suya a su modo y que nosotros le adecuamos como le gusta.
Y música, siempre música popular.

Me ha dicho que su inspiración, su razón de vida, es el fin de las cosas, un gozo igual en uno y otro. La idea y el hecho.
La antípode del ayer al hoy, en la luz y la oscuridad, sin intervenir para cuajarse como víctima.
Qué admirable.


Pese a ello, los cuidados que le tengo son los de un menú abierto. La solidaridad que le tengo pese a mi insuficiente esfuerzo, se la doy con el tacto que yo intuya o ella no diga. 

No podré tener tanta experiencia como ella pero tengo el recuerdo de vida del que nada de otra cosa he vivido, algo que se haya comparado con esta vivencia guerrera del ser de mi madre con la que se pueda equiparar.


Le he comprado lupas chiquitas y una grande con luz integrada.
Le he proveído señoras que hacen limpieza y cocina, con ese perfil platicador que a ella le gusta. Porque aunque cabe la tristeza, no cabe en el pesimismo permanente.


Su risa ocurrente estimula mi perspectiva de vida. He conocido las sombras a través de ella, donde con mis relatos le platico o explico cosas que vemos en los caminos y lugares.

Ya está grande pero es una muchacha llena de vida de 25 años. Hemos comprado cosas a nuestro alcance, como compras de cocos y otros dulces de leche donde se anima a preguntarle al vendedor las recetas y métodos de fabricación.

Pero no todo en la vida hay reflejo de su innata alegría. También en la carretera a estimados kilómetros le describo la desaparición de lugares que conoció y los hechos en su lugar.

Mi madre está enferma y la amo.
Mi madre está viva y la amo.

Ya no solemos ir tanto a largas salidas como ver los aviones despegar y aterrizar. Pero aún jugamos a la lotería y me pongo a su lado para llenar sus tablas cuando repite el grito de la serie para buscar la tachita, el cuadro o el palito parado o acostado.

Mi madre es la luz de esperanza en este mundo decadente. Es la mirada nocturna de las tres de la mañana para anteponer preguntas fáciles de reconocimiento de qué es lo que pasa.

Sus ojos se fueron al corazón. O más bien éstos están felices de ser los prioritarios en esta recta final.

Mi madre a ti te haría feliz. Te diría qué es lo que tiene en el refri que te pueda cocinar si no, pa mandar traerte cosas y hacerte lo que a ti te gustaría comer en este momento.
Te preguntaría qué es lo que te pasa y que por qué esa mirada triste.

La alegría de mi vida.
La fortaleza que crees tener perdida.


A mi madre la van a internar. Tiene dolores en el estómago. Ha habido mucha fiesta en su vida. Sigue cantando a susurros a paloma san basilio. Son los días en los que llego a la casa sólo para bañarme y de ahí al hospital y después al jale.

Estos días son muy especiales. Tenemos visitas de los abuelos que van y vienen en los sueños o permanecen sentados en el mueble de espera que les dejo para que descansen.

Recuerdo sus pies hinchados. Sus canas en sus peinados de personalidad. Mi madre me pregunta si ya comí. Lloro. Me dice que le diga de qué tengo ganas. Han pasado decenas de noches y me cuenta que mi abuelo anda risueño pero que hay que ir a darle de comer al ganado.

Amanece en esta noche que parecía inacabable.
Amanece afuera pero no en su habitación.

Comenta que mi abuela trajo cientos de luciérnagas para iluminar el cuarto. Que hay grupos formando corazones bien bonitos mientras otros forman senderos llenos de luz por donde se irá con mis abuelos.

Mi madre se despide y me dice que no tardará, que en la mesa dejó la lista del mandado que hace falta para la casa. Y me pide que si mi hermano quiere contratar un karaoke para cuando ella regrese, estaría bien para ver si juntos cantamos unas de juanga.

Mañana será el funeral de mi madre.
Todos están invitados.

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Sueño ligero